Es algo común, tanto en espacios terapéuticos, de educación y de convivencia cotidiana escuchar que estamos en contra de las violencias, e incluso señalarla en las oportunidades que se nos presentan.
Igual de común me ha resultado encontrar que las personas solemos ofendernos cuando se nos señalan NUESTRAS formas de ejercer violencia y, en ocasiones, hasta a eso le llamamos «violencia» (así, entrecomillado, pues no lo es).
Pareciera de pronto un ciclo interminable señalar las violencias ajenas y evitar aceptar y trabajar las propias, proyectándolo todo al exterior.
Creo yo esto es por tres causas principales:
1. Sabemos que no queremos violencia, pero no sabemos aún lo que es a ciencia cierta.
2. Nos duele recibir la etiqueta de «violentos» por el peso de ésta.
3. Nos cuesta trabajo aceptar que también está en mí lo que no quiero en el mundo y que tanto me ha lastimado previamente.
Cierto es que todas y todos hemos vivido y ejercemos distintos tipos e intensidades de violencia (no es la finalidad de esta publicación hablar de quién más o más dañina, a eso dedicaré otros espacios) y lo que buscamos en realidad es el bienestar y felicidad. Por eso, lo que aquí planteo son tres pasos iniciales para hacernos cargo de nuestras propias violencias y comenzar el camino a su renuncia.
Mientras no aceptemos el decir y sentir de otras personas con respecto a nuestro propio actuar, difícilmente podremos generar un cambio pertinente. Vaya, ni siquiera lo notaremos necesario.
Por lo que te propongo que, la próxima vez que alguien te diga violento o que «ejerces violencia «, antes de dejarte llevar por el sentimiento de ofensa, escuches a profundidad con atención a la otra persona, y consideres lo siguiente:
1. Si la violencia es «el abuso de poder que ejerce un daño, aunque no sea su intención «, haz una pausa y escucha el fondo: la otra persona se siente lastimada y cree que estás abusando de tu poder (aunque no sea tu intención ). Además es muy probable que, efectivamente, estés abusando de tu poder y privilegios (aún sin notarlo). Cesa de hacerlo.
2. Si la etiqueta pesa y duele tanto es porque no la quieres en tu vida. Con base en eso, recuerda que esta es una oportunidad para aprender de tus relaciones y cambiar conductas y actitudes que pueden estar dañando a otras personas que quieres. Presta atención, busca comprender y recibe con ternura la oportunidad del aprendizaje, cambio y crecimiento.
3. Reconoce el dolor que te genera el mero hecho de saber sobre la violencia, reconoce que tú también la has vivido y te ha lastimado y que tal vez por eso no encuentras otras formas de expresarte o relacionarte. Eso es lo que has aprendido hasta el momento. Pero es justo en este momento, cuando alguien más te dice que estás ahora tú repitiendo ese daño, cuando tú puedes romper el ciclo y buscar apoyo para el cambio necesario por el bienestar, la paz y la común-unión .
No estoy diciendo que tu proceso para renunciar a tus violencias será rápido, lineal ni fácil, pero sí indispensable, urgente y posible.
Tampoco aseguro que toda actitud o característica tuya que la otra persona interpreta como violencia, necesariamente lo sea, pero sí es algo que ocasiona un malestar y es digno de prestar atención y reflexionar sobre los cambios que puedes hacer para sanar las relaciones (regresa al punto 1).
Si crees que vale la pena esforzarte para generar este cambio, busca y fortalece las redes de apoyo que sabes te brindan paz y crecimiento, ya sea con textos de autoayuda, con profesionales de la salud mental, mediante la práctica de una disciplina espiritual, con cursos o espacios de educación o formación, o como lo vayas considerando necesario y pertinente.
Pero hazlo ya.
Por tu salud, bienestar, y amor propio y a todas las personas que te son significativas.
Cuando recaigas (porque pasará), repite, vuelve a intentarlo y busca nuevas formas.
No abandones, y sigamos en la construcción de relaciones sanas y nutrientes.
Me quedo con identificar, repetir,vuelve a intentarlo y busca nuevas formas,no abandonemos la construcción de relaciones sanas y que nutren
Lo mas dificil para mi de reconocer la violencia q uno ejerce es que te detona la urgencia de no hacerlo mas, y sabemos q es un proceso y no es de un dia para el otro. Gracias.
Que importante es darse cuenta que si ocasiona un malestar es porque también he ejercido violencia. Lo que se juzga, me he dado cuenta que uno lo tiene y ayuda mucho buscar en mi donde lo tengo y así aprendo del otro. Las pausas antes de reaccionar y escuchar ya las voy aplicando en mi convivir. Gracias
Excelente, aquí lo importante de continuar aprendiendo cada día, porque cada vez somos más intolerantes, egoístas, temerosos y violentos, a quien más dañamos es a quien más amamos.
Excelente tema Fer, yo me considero una persona violenta aunque he tenido conciencia de eso he estado en cursos quiero me han ayudado a reconocer y romper ese ciclo es difícil darse cuenta y entenderlo, tengo dos hijos y el primero fue bastante lastimado por parte mía, así fui criada y cuando me di cuenta del error quedó cometí sentía mucha culpa y lo trabaje y pedí perdón por mis actos, con mi hija pequeña seguía los mismos pasos hasta que entre a los cursos cambié esa forma de ser ea complicado porque recaigo en enojarme y gritarle incluso en volver a golpear y ahora con este material y mensaje tan valioso que me has y nos has dado, es mucho mejor darse cuenta y hacer conciencia sobre eso, gracias Fer muchas gracias.
Estoy de acuerdo en que la aceptación de ser violento, es el primer paso para renunciar a ella, así como hacer una pausa, escuchar a fondo y dejar de ejercerla, permite cambiar la conducta y actitud que daña a las personas y a ti mismo.
Fernando, muchas gracias por este artículo y gracias por ayudarme a construir en sociedad ?