Yo, entre los 4 y los 6 años, fui abusado recurrentemente por una familiar que no dejaba de tocarme a pesar de mis súplicas.
Mi familia decía que era un juego o que, como era en el baño, era para bañarme bien, «que no fuera cochino».
Durante más de 30 años lo bloqueé, sin importar cuántos procesos terapéuticos había tomado (llevaba más de 10 años asistiendo a terapia), sin importar si había estudiado Psicología (estudiar la psique y comprenderse unx mismx no siempre va de la mano), sin entender porqué en muchas relaciones, sobretodo con mujeres, permitía distintas formas en las que abusaban de mí (tal vez ya no física, pero sí emocional, económica, laboral o intelectualmente) hasta que explotaba, con terribles consecuencias para ambos.
Sin importar a cuántas personas que habían vivido lo mismo, atendí yo en proceso terapéutico.
Así es la mente. Así lo inconsciente.
Lo bloqueé y reprimía durante décadas.
Hasta que ya no…
Y salió en una sesión terapéutica, y lloré mucho, y me enojé, y entendí.
Y creí que sané.
Y no volví a hacerme cargo de eso.
Y, casi un año después, volvió a emerger…
Con la fuerza de un volcán en erupción.
Y entendí más a fondo porqué mis relaciones de pareja sucedían como lo hacían, y entendí porque mi vida sexual es como es, y entendí de dónde viene mi fuerza para luchar contra el abuso y la injusticia, y de dónde el dolor que me hace explotar si lo vuelvo a vivir en carne propia, por pequeño que éste sea…
¡Porque la herida sigue sanando!
Sí, yo soy #sobreviviente de #AbusoSexualInfantil .
Aún sin la valentía para decir el nombre de su familiar. Porque cuando lo dije en corto, a su hermana, lo negó, lo dudó, me dijo que tal vez yo lo malinterpreté, que no debería de guardar rencores tantos años, que la entendiera… Y me quiso callar.
Y entonces recordé que en la familia había muchos juegos, caricias y muestras de índole sexual, muchos, que dejaban una profunda huella en todxs sus integrantes. Y que compartían una gran carga, un gran secreto, que les enfermaba, nos enfermaba, me enfermaba… Y me separé por completo, ahora consciente, pues era un proceso que ya venía ocurriendo desde hace 10 años.
Y yo me sentía culpable de separarme, pero ya no quería convivir con la familia. Ya no lo soportaba.
Ya no había abuso físico, pero la manipulación, el chantaje, los juegos de poder y sumisión se repetían, y yo ya no me quedaba callado. Y me decían y reclamaban por los cuidados que me prodigaban y la relación familiar. Y con más razón ponía yo un alto.
Yo ya no quería ser parte de ese pacto familiar de silencio y recíproca voracidad y daño. Y me separé.
Con culpa, durante 10 años.
Hasta que entendí la raíz, y ahora puedo trabajar mi culpa, librarme de ella, hacer a un lado aquel mandamiento tan terriblemente pesado de «Honrar a tu padre y a tu madre».
Y puedo separarme de la familia, y dedicarme a sanar aún más.
Yo también estoy en mi proceso.
Yo también sé lo que es el sufrimiento.
Yo también sé lo que son las deudas, pactos y secretos familiares.
Yo también sé lo que es cargar en el cuerpo la vergüenza, la rabia y la culpa.
Yo también sé lo que es sanar.
Y llevar un proceso, a veces largo, a veces intenso, a veces oscuro, a veces luminoso, pero siempre sanador.
Yo también sé lo que es la resiliencia.
Yo también sé lo importante que son las redes, los cuidados, la terapia, los errores, los aciertos, el amor y el perdón para sanar.
Sé lo importante que es la justicia.
Y hacerse cargo de la propia historia.
Y sanar las propias heridas y la propia historia.
Para romper el ciclo.
Para no repetirlo.
Para no dañar a nadie.
Para sanar.
Para compartirme desde la salud…
Y la felicidad.